Por: Felipe Morales
No vale la pena hacer una cronología de los anuncios que una y otra vez han prometido la construcción de un Metro para Bogotá, esa es una tarea laaaaaarga y frustrante. Cómo estarán de trillados esos anuncios, que hasta los mismos políticos que los hacen, en hábiles maniobras discursivas los critican porque no han pasado de ser eso, simples anuncios. Hasta el mismísimo presidente de la República ha pedido a una ciudadanía cada vez más incrédula de la gestión pública recurrir al ‘optimismo y a la creatividad’ para confiar en que el ‘juguete’ que muchos estamos esperando para Bogotá finalmente llegue. Sea como sea, no hay ninguna posibilidad de apartarse de la discusión que promete estar en la agenda pública por varios años más.
No es necesario tener un posdoctorado en ingeniería de transporte, o ser un afamado urbanista, ni citar estudios que proyectan la demanda futura de transporte público, ni siquiera ser un ciudadano medianamente informado o participólogo consumado, para entender que si la ciudad no emprende con urgencia pero con suficiente respaldo técnico y responsabilidad financiera los proyectos de infraestructura para la movilidad –y otros de transporte que nos llevan lustros anunciando– vamos directo pa’l despeñadero. La ciudadanía no aguantará más el desesperante transporte público que hasta ahora tenemos.
Es cierto, nunca antes se había llegado “tan lejos” en la discusión de este proyecto. Tenemos variables adicionales al discurso de siempre: Unos estudios de ingeniería robustos que permiten saber sin especular cuáles son las características del suelo y, además tenemos una idea cercana al presupuesto que en caso de concretarse, requerirá el Metro para ser construido, y con ellos se abrió la puerta a una nueva discusión.
Que por ahora ya no hagamos la Boyacá que por tanto tiempo peleó Petro en el Concejo, tampoco ampliemos las estaciones de TransMilenio que están esperando desde hace rato a ser intervenidas, ya no conectemos las Américas con la N.Q.S., tampoco hagamos el corredor de la Bosa o la Alsacia ni la intersección de la 72 con Cali, mejor esperemos un poco a ver si Santos efectivamente suelta el billete, o más bien podemos sacar otro gran billete de sofisticadísimos instrumentos de gestión del mercado inmobiliario y captura de renta que han ya aplicado en Hong Kong y en Singapur, que si hacemos un revolcón legal y normativo para crear nuevas fuentes de financiación en serio esta vez si podemos, volvamos a la conflictiva pero efectiva valorización y paguemos por carga general el túnel, hagamos cientos de bellísimos edificios alrededor de las estaciones. ¡No! ¡Un momento! Mejor que se haga un proyecto 100% público -ver minuto 5:50- como dice Jorge Robledo del Polo. En fin, toda clase de fantásticas propuestas sobre la “ruptura del paradigma de movilidad” han sido lanzadas por toda clase de actores políticos, lideres de opinión y hasta la más modesta conversación de taxi.
Lo cierto es que la campaña electoral se anticipó, y en el mundo de la política todo el que puede juega sus propias cartas de las que por supuesto espera réditos empezando por el presidente y el alcalde.
En el Congreso, a pesar de la inasistencia del ministro de hacienda –quien decide sobre el billete– a un debate convocado sobre el tema, se oyeron en tono firme voces que apoyaban la construcción de “la mega obra” y aunque sigo sin entender del todo en qué consiste concretamente ese apoyo, también es cierto que al menos hoy no se conoce una tablita en básico Excel que diga cuánto ponen en plata sonante los gobiernos nacional y distrital, cuándo lo ponen y en qué lo respaldan.
El presidente promete un CONPES que ya prometió en el 2011, que volvió a prometer en campaña de relección -ver página 2 del pacto adjunto-, que también anunciaron después de reelegido y, del cual han dicho hasta el cansancio que desembolsará recursos después del 2016, en el proyecto de ley de presupuesto general de la nación para el 2015 y con un déficit de 13 billones no hay un solo peso para Metro. El alcalde de Bogotá pone 800 mil millones heredados de la alcaldía de alias ‘la doctora’ y, en una hábil y jurídicamente debatible movida presupuestal consigue 1.6 billones de pesos más, desfinanciando varias obras que hasta hace muy poco nos dijeron que eran urgentes y prioritarias y, funcionarios de su administración pregonan que a mediados de junio de 2015, en lo más caliente de una nueva campaña por la alcaldía de Bogotá se abriría la licitación. Apuestan el todo por el todo, con seguridad, Petro ve en el Metro una nueva bandera política que lo reencauche después de abandonar el Palacio Liévano.
No se trata de oponerse al Metro a punta de radicalismos retardatarios, no se trata de apoyarlo a punta de sonrisas y palmaditas, se trata de pedirle a los tomadores de decisiones que nos hablen claro, que se pongan serios, que las cosas que son prioritarias no pueden dejar de serlo de la noche a la mañana, que nos hagan cuentan claras. Los problemas de movilidad que hoy sufren los bogotanos son supremamente agobiantes, el SITP está quebrado, las motos se multiplican como cría de conejos, los taxis hacen lo que quieren, es hora de actuar, pero por estar jugando a la política, no nos pueden hacer correr el riesgo de dejarnos sin Metro y sin TransMilenio, en últimas sin el pan y sin el queso.