¿Por qué no se renueva Bogotá?

Por: Sebastián Castañeda @SCastanedaS

Algo está pasando con la renovación urbana en la ciudad, de 31 iniciativas presentadas solo 3 han sido adoptadas como planes parciales de renovación. En el fondo de este estancamiento hay una compleja red de causalidades, entre ellas el conflicto suscitado entre dos ópticas que deben ser complementarias: la necesidad de conservar el hábitat que es producto de una historia compartida y el aprovechamiento de las oportunidades para el desarrollo urbano que tienen ciertos fragmentos de la ciudad.

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Fuente: Comité de defensa del Centro – El centro no se vende

¿Qué implica renovar?

Es importante tener en cuenta que cuando hablamos de renovación urbana estamos refiriendo un territorio que fue, o mejor, que es. Ya que a diferencia de otro tipo de actuaciones urbanas, la renovación implica intervenir un hábitat construido, es decir, unas relaciones sociales, económicas, culturales, políticas, ecológicas, entre otras, que crean territorios y son recreadas en ellos.

Por lo tanto, no se podría reducir la discusión sobre la renovación urbana a una operación física en el territorio, sin tener en cuenta las implicaciones sociales, económicas y políticas que conlleva renovar la ciudad construida, que no se agotan en el diseño urbano y en los cambios en el precio del suelo.

Videos:

https://www.youtube.com/watch?v=6ImjmwdNMT0

Cuando se renueva se están transformando historias, modos de vida, habitares, que en aras de la justicia redistributiva deben ser tenidos en cuenta en cualquier iniciativa de renovación urbana. De lo contrario, estaríamos replicando las mismas prácticas de despojo del territorio, desencadenantes de nuestra violencia histórica.

¿Por qué renovar?

Ahora bien, sería un error satanizar la renovación urbana. Las ciudades requieren, ante la escasez de suelo, operaciones urbanas que permitan aprovechar las oportunidades de la ciudad ya construida y sus ventajas localizativas, como parte de una estrategia de compacidad, es decir, de proximidad entre usos y funciones urbanas.

En muchos casos las mismas comunidades involucradas encuentran una oportunidad en la renovación urbana. Sin embargo, ante la propuesta de implantación de una nueva ciudad, con un proyecto en dónde no tienen cabida sus modos de vida y habitar, la renovación se hace inviable. Esto porque no basta calcular los beneficios de introducir cambios de uso con mayores aprovechamientos constructivos, sin tener en cuenta el valor que tiene para la ciudad y su gestión urbana actores sociales con capacidades de acción colectiva en el territorio.

Adicionalmente, cuando a costa de los cambios de uso y aprovechamiento del suelo se acentúa la segregación socioespacial, el déficit de estructuras de soporte y la concentración de la riqueza, la ciudad puede perder más con la renovación urbana. El temor a la gentrificación es evidente en comunidades como las del centro, que hoy reclaman organizadas escenarios reales de participación sobre las decisiones relacionadas con el futuro de sus vidas y sus territorios.

Video: http://www.youtube.com/watch?v=XSX3RhEJvgo

 ¿Qué historia conservar?

En el centro de Bogotá convergen dos realidades paradójicas. Por un lado está el centro histórico, frente al cual hay una aceptación aparente de la importancia de su conservación y mantenimiento. Sin embargo, a unas pocas cuadras, cientos de familias componen un anillo de barrios populares, testigos y vecinos de las transformaciones y reivindicaciones que se han fraguado en el centro de nuestra ciudad, los mismos que hoy temen a la amenaza de la renovación.

Proyectos involcrados en el Plan Zonal Centro, como Ciudad Salud, Proyecto Ministerios, Proyecto Calvo Sur: Un proyecto con valor, Plan Parcial San Bernardo, por mencionar algunos, han desencadenado una discusión muy importante para la ciudad, relacionada entre otras cosas con la pregunta ¿Qué historia queremos conservar?

Algunos de estos barrios populares han sido el resultado de respuestas autogestionadas y autoconstruídas del hábitat, como resultado de la falta de una oferta habitacional del sector privado dirigida a poblaciones de baja capacidad de pago (la vivienda como mercancia) y una insuficiente producción pública.

Barrios como el Policarpa Salavarrieta son retratos vivos de la capacidad que tiene la acción colectiva para resignificar el espacio y darle un nuevo sentido al territorio y su escasez, a partir de la vivencia que es producto de un proyecto socialmente compartido.

 

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Fuente: Federico Zapata, Cartelurbano.com

Estos barrios pueden enseñarnos como en contextos de escases multidimensional (pocos recursos para la construcción, bajo apoyo de actores institucionales, inexistente oferta financiera, poco suelo disponible, etc.) es posible a partir del afianzamiento de las capacidades para la acción colectiva, construir territorios y relaciones funcionales que hacen posible la vida en comunidad, agregando valor a nivel de convivencia y capacidad para llegar a equilibrios de consenso.

Y esto sobre todo porque ante la escasez de recursos, cumplir con la deuda histórica con la periferia urbana solo será posible si convergen esquemas de apoyo institucional y de organización colectiva y solidaria para la producción del hábitat.

De manera que no solo estamos hablando de casas patrimoniales, sino de una energía social acumulada, historia de lucha por el derecho a la ciudad, que hace posible relaciones de confianza y cooperación mutua que son la base de la calidad de vida y la sostenibilidad territorial.

Finalmente, todo esto para decir que las iniciativas de renovación urbana no pueden hacerse sin la participación real de todos los actores involucrados, haciendo compatibles la capitalización de ventajas comparativas de los territorios con el respeto a los proyectos de vida y habitares de las comunidades participantes.

Video:

https://www.youtube.com/watch?v=O0S5Wzs_gRc

Imagen de portada obtenida de: http://patrimoniourbanocolombiano.blogspot.com – Asesoría Urbana proyecto de ampliación de Museo de Arte Moderno de Bogotá

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