Del ayer y hoy

Por: Martín Rivera @riveraalzate

Se dice que TransMilenio fue la joya de la corona en Bogotá. Y en verdad sí lo fue. ¿Cómo negar que este sistema de transporte masivo le cambió la cara a la ciudad y la vida a buena parte de sus habitantes? Es necesario ser miope para no ver lo que fue –y significó- la puesta en marcha de este innovador sistema en 2000. Ponerse de acuerdo y tener la voluntad política para iniciar un proyecto al largo plazo  fue suficiente y necesario para iniciar ese proceso de cambio. Entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué el pasado viernes 9 de marzo se vivieron momento anárquicos en algunos puntos de la ciudad y se destruyeron más de cinco estaciones del preciado sistema cuyos costos de reparación llegan a los 1.000 millones de pesos?

El primer problema recae en el modelo de gestión de TransMilenio. Cuando aprobaron el proyecto mediante el CONPES 3093 en el 2000, se estableció que el Distrito –mediante impuestos- sería el responsable de la construcción y mantenimiento de la infraestructura incluyendo estaciones, puentes peatonales, patios, vías segregadas además del suministro y operación de los equipos del centro de control. Por otro lado, unos pocos grupos de inversión del sector privado se encargarían -mediante contratos de concesión- de suministrar y operar los buses junto con los equipos de recaudo. Sin embargo, de cada 100 pesos que le entraran al sistema, sólo 4 serían del Distrito y los otros 96 irían a las arcas de los 12 grupos. Esto bajo el argumento de ser una inversión de alto riesgo. Nadie midió el posible –y real- éxito que el sistema eventualmente tuvo.

El segundo problema –y de mayor peso para el autor- fue la mezquindad del Polo Democrático Alternativo al no ejecutar, durante 8 años, un sólo peso de manera eficiente en la infraestructura del sistema. Según el CONPES, para 2011 Bogotá debería tener 254,3 km de troncales. Hoy tiene los mismos 84 km que fueron entregados en 2006. Fue tan grande el fiasco administrativo que por primera vez en 19 años destituyeron a un Alcalde Mayor de la ciudad. Lo más grave de esta mediocridad frente al mantenimiento y construcción de infraestructura, fue que Bogotá, aprovechando el boom económico, se densificó como nunca lo había hecho en su historia.

El tercer problema, consecuencia del segundo, ha sido la falta de capacidad para innovar dentro del sistema. TransMilenio no ha sabido reinventarse a sí mismo y esto se ve reflejado en las condiciones actuales. Año tras año la demanda del sistema ha aumentado pero la operación sigue siendo la misma desde el primer día. Sólo hasta finales del 2011 se hicieron algunas obras para remodelar el sistema pero de fondo no se ha hecho nada. Hasta ahora no ha existido ni siquiera la intención por experimentar que pasaría si los pasajeros sólo pueden entrar por una puerta y salir por otra. O por ejemplo si las sillas se ubican a los costados de los articulados al estilo metro. ¿Por qué no pensar en puertas de salida que queden fuera de la estación –como sucede en algunas de Curitiba-? Tan sólo algunos ejemplos al aire para abrir el debate.

Todo esto para medianamente entender los hechos vandálicos del viernes. Los verdaderos usuarios, los que esencialmente padecen las eternas filas, las estaciones abarrotadas y el pésimo trato e inhumano sí se cansaron del servicio. Infortunadamente los que dicen representarlos , coincido, tienen intereses detrás, ¿cuáles? No me atrevería a decir sin embargo este no es, ni intenta serlo, una defensa a nuestro alcalde. No es culpa de él ni de nadie en su naciente administración las condiciones de TransMilenio.

De lo que sí culpo a Gustavo Petro es no darle la cara a la ciudadanía. No comparto, respeto ni entiendo su decisión de empotrarse en una sala de crisis. Símbolo además de protección individual. El ciudadano de a pie, aquél que no tiene cuenta en Twitter y además necesita del bus rojo y luego el verde para ver a su familia se sintió desprotegido y abandonado. El mensaje de Petro es preocupante, pues de ahora en adelante un grupo medianamente pequeño podrá poner en jaque a la ciudad. Como efectivamente lo hicieron el 28 de febrero en la estación Banderas y el pasado viernes 09 de marzo.

En 1948 Bogotá tan sólo tenía 700.000 habitantes y un sistema de transporte masivo que había sido instalado en 1884. Éste también llegó a su tope de carga generando descontento y rabia en sus usuarios. Aprovechando un día de abril de ese mismo año, se fueron lanza en ristre contra su infraestructura condenándolo a su fin tan sólo 3 años más tarde cuando el alcalde Fernando Mazuera Villegas los sustituyó por los trolleybuses. Este cambió puso fin a un sistema que duró más de 65 años y se veía intocable

Muchas veces estamos condenados a repetir nuestra historia y se debe aprender del pasado. Las acciones anárquicas de la semana pasada evocan a esos nefastos momentos de cambio en la ciudad. Esperemos que la actual administración sepa obrar de manera correcta y desinteresada sobreponiendo el interés general sobre el particular y que TransMilenio vuelva a ser lo que fue, aprendiendo de sus errores y mejorando –de nuevo- la cara de la ciudad.

2 comentarios en “Del ayer y hoy

Responder a Juan Pedraza (@Juan_pedraza) Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: