Por: Cindy García
Ya que estamos pensando en los deseos que vamos a pedir entre una uva y la otra, quiero proponerle uno a Bogotá: legalizar el barrio Bosque Calderón Tejada, una deuda que cumple 10 años.
Para muchos este barrio es desconocido, mientras que, para otros, el barrio tiene mala fama. Yo si mucho lo había visto de lejos 3 o 4 veces y le tenía respetico. Nunca había entrado y por lo tanto no me había preguntado sobre la realidad de un barrio no legalizado ni tampoco me había preocupado por los trámites que había que hacer para lograrlo. Esa fue mi misión por tres años, intentar su legalización, una misión fallida pero que me dejó una pregunta existencial y un aprendizaje importante para los vecinos.
La pregunta existencial viene de conocer a los vecinos y su incansable esfuerzo por construir su barrio. Desde hace más de 40 años han hecho con pica y pala sus casas, la única vía que tienen, la cancha, el jardín y un salón comunal. También, con sus propias voces han logrado que a veces les presten atención y con eso llevaron servicios públicos a sus casas, no todos, pero ahí van. Todos estos logros teniendo el contexto en contra: una mala fama y una ciudad que no los legaliza (pese a que es una obligación que deriva de un fallo del Consejo de Estado de 2013).
Viendo su esfuerzo y amor por su barrio una se pregunta ¿cómo hacer para que no nos parezca cansón hacer algo por los lugares donde vivimos? ¿por qué le tenemos tanto tedio a preocuparnos por el espacio público que también habitamos?
Por otro lado, el aprendizaje. Este si tiene más respuestas. Aunque suena a solo un trámite, la verdad es que sin una legalización es muy difícil mejorar un barrio. Yo no creía, y por eso intenté el reparcheo de la única vía de acceso que tienen, pero los vecinos tenían la razón, la respuesta insistente de las entidades era que no se podía invertir un peso en un barrio que no es legal.
Por esto, y con el ánimo de ayudar, empecé a averiguar sobre el proceso de legalización, lo que implicó enviar un montón de derechos de petición, hacer otro poco de reuniones y hacer una gran audiencia.
Tras tres años de mi fallida misión, por lo menos desengavetamos el proceso y detallamos las razones de la demora, las cuales quiero contar para que en el 2024 no empiecen de ceros y ojalá les legalicen el barrio. La traba para legalizar el barrio se debe a: el tiempo en contra, las jurisdicciones y decisiones que serían impopulares:
- El tiempo en contra: para la legalización, la Secretaría del Hábitat debe compilar un expediente con varios documentos que luego envía a la Secretaría de Planeación. Cuando se tienen todos, Planeación emite un Decreto que legaliza el barrio. Uno de esos documentos es el plano.El expediente se ha radicado desde el 2016 y siempre lo devuelven porque el plano es distinto a lo que se verifica en campo. Y claro, lo que sucede es que mientras Hábitat hace el plano y gestiona los demás documentos con otras entidades, el barrio sigue creciendo y cuando llega Planeación a verificar, hay más casas. La culpa recae tanto en el barrio, que sigue creciendo para acoger a más habitantes, como en la Alcaldía Local de Chapinero, que no realiza el control urbanístico necesario.
- Las jurisdicciones que imposibilitan: otro requisito para la legalización es el alinderamiento de la quebrada las Delicias, lo cual se viene pidiendo desde 2017. Esto es un lío porque la quebrada se encuentra en suelo urbano y rural, requiriendo la coordinación de dos entidades, la CAR y la Secretaría de Ambiente. Después de tres años de insistencia, no ha sido posible que ambas entidades se pongan de acuerdo. Los argumentos han sido varios, dentro de ellos, el nuevo POT y una guía de MinAmbiente. Lo último que supimos es que ahora por lo menos se pusieron de acuerdo en crear una comisión para resolver el alinderamiento. Crucemos los dedos.
- La gestión del riesgo y las decisiones impopulares: otro requisito es tener el Concepto de Amenaza y Riesgo por movimientos en masa del IDIGER. En febrero del 2020, se emitió uno que identificó alrededor de 89 predios con alto riesgo no mitigable, quienes tendrían que irse del barrio. La comunidad no estuvo de acuerdo y exigió un estudio más riguroso.
Por esto, en 2020, el IDIGER contrató un estudio geológico y geotécnico que le diera insumos y en 2022 presentó un nuevo concepto que fue más comprensivo. Este concepto identificó el riesgo así: el 67% del polígono a legalizar tiene riesgo medio, el 28% riesgo alto mitigable y solo un 5% con riesgo no mitigable. Dicho de otra manera, pasamos de 89 predios a reubicar, a solo tener que reubicar 2 siempre y cuando se hagan unas obras de mitigación que son necesarias y que no son nada baratas.
Según el IDIGER, estas medidas de mitigación implican meterle la mano al bolsillo a varias entidades, ya que puede sobrepasar el presupuesto de una sola entidad en un año. Una decisión que puede ser muy impopular, pues fácilmente las obras pueden costar lo mismo o más que un megacolegio, con el agravante de que además habría que reubicar dos predios y tal vez unos cuantos que están muy cerca de la quebrada Las Delicias.
Como notarán, para que el barrio sea legal, se deben lograr dos cosas. Primero, que la CAR y la Secretaría de Ambiente por fin se pongan de acuerdo para alinderar la quebrada. Y Segundo, darle la cara a la compleja tarea de encontrar una solución para financiar la mitigación del riesgo con recursos públicos, evitando depender de urbanizadores privados.
La historia del barrio y de sus vecinos merece ser conservada y resaltada. Son parte de la memoria de los Cerros que abrigan a la capital. Según cuentan ellos, el barrio hoy en día tiene servicio de luz porque Luis Carlos Galán les ayudó en su momento. Ahora, con su hijo como alcalde, se renueva la esperanza y la resiliencia, dos características que perduran en los vecinos cada cuatro años. Ojalá que esta vez sí se les cumpla el deseo, por ellos va una de mis 12 uvas.
Si quieren conocer más del barrio les recomiendo este libro.