Publicado originalmente en VICE Colombia por Diego Laserna.
Esta es la razón por la que Uber la tiene de pa’ arriba.
Si usted no ha entendido el cuento de los cupos de los taxis, no está en nada. Primero no va a entender por qué es que nadie puede organizarlos y segundo se quedó por fuera del negocio de la década.
Una persona normal, en una ciudad normal, en un país normal asumiría que la Alcaldía un día decidió que en Bogotá iba a haber X número de taxis, que le vendió X número de cupos a los interesados y se hizo una platica para mejorar el transporte público o tapar huecos. Pero no, en Bogotá no. Acá el cuento tiene que involucrar chambonada y marrulla.
Un día por allá en 1993 la Secretaría de Tránsito, seguramente azuzada por los amigos elegantes del alcalde que estaban mamados del caos de los taxis, decidió que no entraría ni un taxi más a la ciudad.
—¡Claro! Ya era hora de que le pusieran freno a esa gentuza—debió vociferar más de uno mientras sorbía whiskey. Lo que no sabían es que, después de ese día, el taxismo pasaría para siempre de ser un negocio de transporte a uno de especulación.
Básicamente, antes de esa medida, usted tenía un taxi y el día después tenía un taxi y un papel que le daba derecho a manejarlo en Bogotá. Ese papel —el famoso cupo— en 1993 no valía nada, en 2004 valía 14 millones de pesos y hoy está alrededor de los 90. Eso quiere decir que en 10 años, ese papelajo por el que los dueños originales no pagaron nada y no le ayuda en nada a la ciudad a funcionar se valorizó un 650% y no paga ni un puerco peso de impuestos.
Además, en 1993 había 36.000 taxis y hoy, como por arte de magia, hay más o menos 50.000. ¿Qué pasó? Pues lo de siempre. En muchos casos pura marrulla jurídica para torcerle el pescuezo a la norma, pero en otros simple y asquerosa corrupción. Era más difícil robar un banco que meterle diez o quince nombres a la lista de taxis autorizados en Bogotá y el resultado era el mismo. Vaya uno a ver cuántas veces lo hicieron…
Yo no sé mucho de ese tema de hacer plata pero a lo bien nunca he oído de un apartamento ni de una acción, ni de nada corto de Google, Facebook o algún delito transnacional que aumente seis veces de precio en diez años.
Así que la triste realidad, amiguitos, es que el negocio de tener taxi no es llevarlo y traerlo a usted. Si así fuera, tal vez lo tratarían mejor. El verdadero negocio de tener taxi es tener ese papel entre el cajón esperando que suba de precio y mientras tanto ver qué otro peso se puede hacer de más. Algo no muy lejos del tipo que monta un parqueadero perrata en un lote esperando que se valorice para venderlo.
Así que si se quiere hacer una plata facil, ya sabe qué hacer. Se va a embolsillar entre quinientos y un millón de pesos mensuales sin mover un dedo, más lo que le traiga el pobre conductor que maneja 12, 14 o 24 horas diarias. Pero si usted es de los que cree que organizar el tema de los taxis se soluciona en una charla de coctel, le cuento que enfrentarse con el gremio no es sólo echarse a 59.000 conductores encima sino a miles, grandes y chiquitos torcidos y honestos, gordos y flacos que han decidido invertir sus ahorros en un negocio sin par. Y por eso señores, por eso, es que Uber la tiene tan de pa’ arriba.
Me parece escasa la profundidad del análisis para tratarse de un artículo del Combo2600, grupo al que tengo en muy buen concepto. No es que a alguien a quien le caían los taxis le dio por congelar el parque automotor, sino que era imprescindible detener su crecimiento dada la enorme congestión, accidentalidad y contaminación que generan. Si el Plan Maestro de Movilidad calculaba que los taxis generan el 35% de la congestión, ¿Se imaginan si no hubieran congelado el parque y hoy hubieran 80.000, 100.000 o 150.000 taxis? El tema no es tan sencillo…
Gracias por el comentario Germán. El objetivo del artículo es llegarle a un público de la revista Vice que no es de academicos por eso me tome la liberatd de simplificar algunas cosas. Evidentemente la disculpa de la Secretaría de Tránsito del momento no fue que los taxis eran inmundos y por eso había que congelar el parque. El punto es que la medida para hacerlo se tomó sin estudios, de una manera improvisada y sin calcular las consecuencias de hacerlo de buenas a primeras. Gracias a eso ahora tenemos un mercado secundario de cupos que hace practicamente imposible reformar el sistema y que permite que los dueños le apuesten a la especulación y no a prestar un buen servicio. El número de taxis se podría haber congelado de una manera inteligente pero no fue asi.