Luego de los asesinatos ocurridos en Villa Nidia, localidad de Usaquén, entre miembros de distintas organizaciones criminales que se disputaban el control territorial de la zona, las reflexiones sobre el conjunto de actuaciones que son necesarias para recuperar estos territorios no pueden hacerse sin abordar la compleja realidad urbana de nuestra ciudad. Y es que en el fondo del problema emerge la distorsión que es producto de la tendencia histórica de segregación socio espacial en el territorio.
Villa Nidia y sus barrios aledaños, pertenecientes al cinturón periférico de los cerros nororientales de la ciudad, son apenas una muestra de lo que significa el hábitat popular, a medio hacer producto de la ausencia de instituciones, de incentivos y de una voluntad expresa de contrarrestar la segregación en el espacio.
Sin embargo, en medio de la complejidad que conlleva cualquier intervención, subyace una posibilidad de revitalizar el hábitat a través de la producción social de una ciudad con mayor equidad territorial. Es decir, el establecimiento de una alianza entre el gobierno territorial y las comunidades con el fin de responder a los déficits urbanísticos a través de la generación de procesos de diálogo comunitario, que visibilicen las características deseables para una intervención en sus respectivos entornos. Bogotá necesita de unos nuevos lentes que le permitan mirar sus periferias desde la óptica de la oportunidad.
Donde impera el temor y la vida social se restringe para no comprometerse más de la cuenta, la posibilidad de cualificar urbanísticamente el territorio se convierte en una alternativa para generar procesos de entendimiento y diálogo comunitario alrededor de un proyecto socialmente compartido; el deseo de disfrutar de un mejor hábitat, volver a las calles y resignificar el territorio.
La producción de ciudad es una oportunidad para regenerar los tejidos rotos de los procesos organizativos internos en las comunidades, algunos confinados por el poder de facto de las organizaciones criminales. Sin embargo, cuando se rescatan los saberes cotidianos y se dinamiza el diálogo entre los habitantes de un barrio, las posibilidades de entendimiento se multiplican, más si en el fondo existe la posibilidad de alcanzar un parque, una biblioteca o una calle que dignifique a través del mejoramiento del hábitat la vida comunitaria.
El gobierno distrital juega un papel clave como facilitador, encargado de hacer viable a través de diferentes metodologías de participación el diálogo entre los habitantes de un sector. Todo con el fin de identificar las prioridades y las expectativas de una comunidad frente a su entorno y permitir que los recursos necesarios para una operación urbanística se incorporen a las capacidades y aptitudes de la comunidad, que puede, a través de la mano de obra y el aporte de otros recursos, contribuir a la consecución de los objetivos propuestos
Los emprendimientos colectivos son difíciles de dinamizar cuando no existen intereses compartidos, sin embargo, en la producción del hábitat se entre cruzan los intereses de todos, porque son todos los beneficiarios. Soportar la producción de ciudad sobre la base de los acuerdos y las necesidades comunitarias garantiza no solo la apropiación de las estructuras urbanas sino que es un respaldo a los procesos organizativos que al interior de un barrio permiten el establecimiento de acuerdos y equilibrios sobre las pequeñas y grandes cosas que están implícitas en la convivencia diaria.
Al reconocer los aportes individuales y colectivos de la población y generar mecanismos de autoproducción o autogestión del hábitat, se responde de manera expresa a los déficits urbanos que presentan los territorios segregados espacialmente, fortaleciendo su conexión y permeabilidad con el resto de la trama urbana e incentivando la generación colectiva de acuerdos que confluyan en el territorio.
La ciudad necesita de horizontes de sentido compartido, que ligados a la experiencia cotidiana del habitar permitan la exploración de procesos colectivos que revitalicen la vida en comunidad, todo esto a través de la producción de las estructuras urbanas que están incompletas o simplemente no existen, producto de la conformación espontánea de asentamientos humanos sin las condiciones de hábitat necesarias para garantizar una buena calidad de vida.
Sobre la construcción social del habitat en Medellín
Sebastián Castañeda