Por: Fabio Güiza Posso @fabioGPosso
Asistí junto a varios amigos jóvenes a varias reuniones de participación ciudadana para la renovación del Parque El Japón, en el barrio Chicó. En la primera de ellas, cuando se intentó hacer un ejercicio de diseño participativo, la mayoría lo impidió, alegando que no quería que se modificará nada. Cuando nos mostraron los proyectos de parques que ha construido la alcaldía, Nohora Puyana de Pastrana (ex primera dama de la nación) dijo:
“Maravilloso que hagan esos parques en el sur, porque la gente en el sur no tiene a donde ir los fines de semana, pero nosotros aquí, algunos, tenemos nuestros clubes y no necesitamos eso. Dejen el parque como está”. Muchos de los asistentes (sobre todo los más mayores) respondieron vitoreándola.
Con mis amigos quedamos estupefactos. Intentamos tomar la palabra, pero nos abuchearon, igual dijimos que el parque también era para los jóvenes, nos dijeron que no podíamos opinar porque no pagábamos predial, que éramos del sur y veníamos a sabotear, nos callaban y nos chiflaban. Sí, así parezca un chiste, eso fue lo que pasó.
En todas las reuniones a las que asistimos después, el cuento fue el mismo. Menos gente estaba interesada, reinó el irrespeto, y una mayoría de gente mayor, con prejuicios y cerrada al diálogo, defendió la posición radical de: “Que no se haga nada”. Maltrataban a cualquier vecino que se les opusiera, como pasó con algunos padres con hijos pequeños que mostraron interés en la cancha y los juegos. Terminaron no regresando.
Quienes conocen el Parque el Japón saben que es oscuro, abandonado y con poco uso. Que mayoritariamente es visitado por vecinos y sus empleadas domésticas, que llevan los perros a defecar. Un parque de casi una hectárea en una de las mejores y más concurridas zonas de Bogotá, sin uso.
La realidad es que algunos vecinos, los que tienen tiempo de protestar, cuando no están en el club, no quieren compartir “su” parque con otros bogotanos jóvenes, obreros, y taxistas. De lo que no se enteran, es que el parque no es suyo. Ese parque y muchos más, son nuestros, son de todos.
El barrio el Chicó en el corazón de Chapinero tiene una de las poblaciones flotantes más grandes de la ciudad; compuesta por turistas, oficinistas, empleados de hoteles, restaurantes, comercio, etc. El espacio PÚBLICO es de todos y para todos, y su razón de ser es precisamente, democratizar las ciudades y crear escenarios donde TODOS podamos compartir como iguales. Sobre todo, aquellos que no tenemos clubes a los que ir los fines de semana, o que justamente lo que queremos es hacer de los parques, los clubes sociales de todos los bogotanos.
Defendamos el espacio público y la democratización de nuestra ciudad, defendamos la creación de espacios incluyentes para el servicio y disfrute de todos. A los enemigos del espacio público, que creen que el Parque El Japón es el jardín delantero de su casa; que se vayan a sus clubes si es lo que prefieren, o en todo caso, siempre serán bienvenidos a disfrutar en sana convivencia y respeto, el espacio público de todos, aunque esta última frase parezca redundante.
No defiendo el “proyecto de Peñalosa”, hay muchas maneras de diseñar un parque para el disfrute de todos. Peñalosa quiere imponer su propuesta, pero ¿Cómo la mejoramos si es que muchos bogotanos están enceguecidos por el odio político de los extremos, y ni siquiera están dispuestos a oír a quienes piensan distinto?
No se dan cuenta que, por cuenta de un disfrazado debate ambiental, les están haciendo el favor a las élites excluyentes que quieren mantener lejos a quiénes consideran menos, por el sólo hecho de “vivir en el sur”.