Por: David Uniman
Columnista invitado.
Los Rapa Nui fueron y siguen siendo los descendientes polinesios que habitan la Isla de Pascua en el océano sur-pacífico desde hace más de 800 años. Su historia es de gran fascinación para los antropólogos y estudiosos de las historias culturales dado que se entrelaza con su entorno natural, donde a través de la tala indiscriminada de árboles y la deforestación gradual pero total de la isla, los Rapa Nui se auto-condenaron a vivir en un entorno árido rocoso, conduciendo a guerras civiles e incluso su decadencia como pueblo. Jared Diamond llama este fenómeno un Ecocidio en su libro Collapse.
Hace aproximadamente seis meses, estaba caminando por Chapinero con David Sim, arquitecto de la firma Gehl Architects y uno de los líderes mundiales en promover y diseñar ciudades vivibles para la gente, notando la importancia de la casa como unidad básica de construcción en la ciudad. Coincidíamos en como las casas permiten la flexibilidad necesaria para “absorber” el uso de suelo más adecuado según el carácter evolutivo de una ciudad. En sus primeros pisos aparecen tiendas de barrio, peluquerías, restaurantes gourmet, talleres de arte, oficinas, gimnasios y hasta panaderías (aprovecho para hacerle una cuña a mi favorita, Krost, para que vayan) – la mayoría son el resultado de los sueños y ahorros de pequeños y medianos empresarios con visión. Estas casas, cuando son habitadas para residencia, anclan una zona a través de sus residentes, que se encargan junto con sus perros, que a veces no son tan amistosos, de poner los ojos sobre la calle y velar por su seguridad, además de permitir antejardines que perfuman el anden y le dan color a una ciudad por norma hostil.
Hace aproximadamente un mes, vi como la penúltima de las casas que todavía queda sobre una calle en Chapinero mismo, fue opacada por un aviso anunciando un grandioso “proyecto”, con nombre en inglés y renders gigantes de personas paradas afuera del mismo que en verdad nunca estarán, y que serán reemplazadas por un guarda de seguridad y un muro amenazante que repela a los que todavía eligen caminar. Cada vez más, veo como somos el turista que busca la playa de arena blanca por la belleza natural del sitio, pero al finalmente encontrarla, decide construir un resort todo incluido con piscina. Simplemente que en este caso no construimos un resort, sino edificios de vivienda multifamiliar en serie cuya única virtud es ser iguales (siempre me he preguntado si el ladrillo representa cohesión, o sumisión), y para compensar, empujamos cada vez más la ciudad “espontánea”, de emprendedores y lienzos en blanco para crear, a centros comerciales y demás absurdeces de la ciudad contemporánea.
Claramente podemos señalar la normatividad urbana, señalando que hace falta más regulación para conducir la ciudad hacia formas de desarrollo que induzcan la vida urbana, la vida pública en las calles que tanto nos gusta cuando viajamos (si se ponen a pensar, eso es el principal atractivo de lugares como Cartagena). Pero honestamente creo cada vez más, que no es un tema de incentivos, donde el Bogotano racional – por un lado el desarrollador buscando hacer el proyecto más lucrativo posible, y por el otro, el comprador, buscando encerrarse en su castillo con pantano para evadir a la ciudad “insegura” – elige como reacción al entorno urbano, y por lo tanto se debe modificar la serie de incentivos que estos dos actores obedecen. No. Creo que un ser racional entendería el Ecocidio que estamos generando para nosotros mismos, y buscaría romper el ciclo vicioso en el que estamos. A cambio, como en una guerra armamentista, los ricos se encierran y los pobren aspiran a poder hacerlo también.
En el 2001, Daron Acemoglu, economista del MIT, publicó una investigación contundente sobre el origen de los países y el papel que juegan las instituciones en su desarrollo. A través de un análisis comparativo, Acemoglu logró encontrar evidencia de que las colonias Europeas en donde los colonos establecieron instituciones “extractivas”, son hoy en día más débiles, más pobres y menos desarrollados en general que aquellas colonias donde los colonos decidieron quedarse a vivir. Germán Lleras, uno de los principales expertos en transporte en el país, me contaba informalmente como gran parte de la estructura vial de Colombia es derivada de la estructura vial que los españoles utilizaban para extraer el oro y demás riquezas del país.
Quiero creer que estamos muy lejos de nuestro pasado colono, y que nuestras instituciones son el reflejo de progreso y valores modernos . Sin embargo, veo como decidimos actuar “racionalmente” y contaminar el aire que respiramos – léase la campaña de David Luna sobre las sábanas blancas en la Carrera Séptima que no logró nada a pesar de ser brillante – y decidimos comprar, alquilar o simplemente aspirar a vivir en edificios multifamiliares, ya sea por un deseo de seguridad, porque no hay más opciones, o porque simplemente no tenemos la energía/capacidad como ciudadanos de cambiarlo. Temo que sea nuestra mentalidad de extracción, en el propio lugar a donde vivimos, lo que nos esté matando a la larga.
Veo como estamos viviendo nuestro propio Rapa Nui urbano.
David Louis Uniman es planeador urbano e ingeniero de transporte, apasionado por trabajar hacia ciudades más incluyentes, humanas y flexibles. Estudió en MIT y Berkeley, ha trabajado en cinco paises para ONG, consultorías y ahora dentro de poco con el gobierno.