¡La Paz Es Conmigo!

Todos los colombianos mayores de edad tenemos cicatrices de guerra.

Desde Bojayá hasta el Nogal y desde San José de Apartadó hasta Mapiripán, haber vivido la guerra es una de las pocas cosas que en realidad compartimos todos colombianos.  Ricos y pobres, blancos y negros, campesinos o citadinos, acá todos tenemos una historia que contar.

Pero también es justo decir que hemos progresado. Los acuerdos con el M-19, el EPL y los paramilitares (con todos sus problemas) han ayudado a fortalecer la democracia y reducir la violencia. Alcanzar un acuerdo de paz con las FARC –que tampoco será perfecto- sería otro paso hacia un país más democrático y menos violento. La pregunta es si las FARC esta vez sí tienen vocación de paz o si van a volver a burlarse de nosotros como lo hicieron en el Caguán.

Imposible confiar solamente en su palabra, pero las cifras muestran que esta vez es distinto. Hace más de 1.200 días no se toman una población, hace más de 300 no hacen una emboscada a la fuerza pública y hace más de 200 días no han secuestrado a nadie. Esos datos y otros, demuestran que estamos frente a una oportunidad de paz que debemos aprovechar.

En medio del drama nacional de la guerra, Bogotá ha jugado un papel algo irónico. A diferencia del resto del país aquí la guerra nunca ha sido cotidiana, y por eso durante generaciones nuestra ciudad ha sido el refugio de colombianos que tuvieron que salir corriendo de todos los rincones de Colombia para salvar sus vidas. Gracias a eso hoy en día nuestra ciudad es más de las víctimas y de sus descendientes que de los cachacos tradicionales.

Esa condición  de estar medianamente aislada de la guerra, pero al mismo tiempo de recoger muchas de sus consecuencias nos implica dos responsabilidades concretas. La primera es que como capital de Colombia tenemos que pensar en el bienestar del resto del país. Desde las montañas de Rosales o de Suba es muy fácil pedir que acaben a las FARC a plomo, al fin y al cabo los muertos no los vamos a poner nosotros.  No es tan fácil pedir lo mismo desde el Carmen de Bolívar o desde Urrao. Si no es por interés propio, al menos por solidaridad los bogotanos debemos apoyar cualquier propuesta que disminuya la intensidad de la guerra.

La segunda gran responsabilidad que tenemos es pensar qué hacer como ciudad para que la guerra no vuelva a surgir en Colombia.  Acá hemos recibido y seguiremos recibiendo a toda clase de víctimas y victimarios. Tenemos que promover la reconciliación desde una visión de memoria histórica, la descentralización y una democratización real del país. Y ese reto no se acaba el día de la votación del Plebiscito. Es un reto que va para largo, que depende de todos nosotros.

Porque creemos que no podemos pasar de agache, en el Combo 2600 hemos decidido promover de lleno el voto por el SÍ en el Plebiscito que legitimará los acuerdos de La Habana. Y además nos comprometemos a pensar cómo Bogotá puede promover una paz duradera desde su papel de capital y ciudad más grande, e importante de Colombia.

Como lo hemos hecho hasta ahora, estaremos en el espacio público haciendo pedagogía y demostrando con nuestro esfuerzo que la paz no es de Santos sino de cada uno de nosotros. La principal herramienta  de nuestra campaña será la creatividad. Haremos nuestra campaña de manera independiente al Gobierno y a los partidos políticos porque creemos que solo si la ciudadanía se empodera de los acuerdos y de la oportunidad de reducir la guerra, podrá ganar el sí en el plebiscito.

Contamos con todos ustedes, y los invitamos a que juntos demos este paso para tener un país más democrático y tranquilo. Las próximas generaciones nos lo agradecerán.

Equipo @Combo2600

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