Luego del debate que suscitó la propuesta de Modificación Excepcional del Plan de Ordenamiento Territorial presentada por la administración de la Bogotá Humana, hay varias lecciones aprendidas que la ciudad tiene que recoger; aquí algunas de ellas.
La ciudad es una apuesta compartida.
No tiene sentido ser enemigo de todo el mundo. El gobierno de la ciudad debe procurar que los actores que convergen en el territorio contribuyan en la construcción de la ciudad, que en ningún caso puede ser atendida por la gestión exclusiva del sector público. La ciudad atravesó un costoso proceso en el que los gremios, la academia y el gobierno asumieron posiciones tan divergentes que parecían hablar de ciudades diferentes.
En esos casos la mayor perjudicada es la ciudad, que ve como el músculo de su desarrollo se debilita en medio de las discusiones ideológicas que imposibilitan la gestión. Si el gobierno de la ciudad está dispuesto a dar la batalla, debe garantizar que el enfrentamiento no sea sinónimo de parálisis urbana, que termina por profundizar las desigualdades en una ciudad segregada socioespacialmente.
La participación si es importante.
La decisión del ordenamiento del territorio es una decisión política, por más técnica que parezca. A los esfuerzos de los equipos de expertos debe sumarse necesariamente un proceso de participación ciudadana, en donde la propuesta de ciudad sea discutida y construida por los actores en sus territorios, de manera que se sientan partícipes y corresponsables en la gestión de la ciudad.
Varios fueron los comentarios sobre el proceso de participación convocado por la administración en torno a la modificación excepcional del POT, sin embargo, considero que los siguientes son algunos de los más importantes.
– No puede haber una verdadera participación si en un mismo día las comunidades conocen el lenguaje del POT, se familiarizan con la idea del territorio y se decide sobre su futuro. Casi que lo que hay es un ejercicio de legitimación más que de construcción participativa.
– Hay que hacer pedagogía sobre la participación en el ordenamiento territorial. Es tan necesario que pensemos más allá de la afectación en nuestra cuadra y visualicemos el territorio que compartimos, que la pedagogía se hace indispensable. La ciudad debe hacer un esfuerzo previo si realmente quiere que la propuesta de ordenamiento territorial resulte de la construcción colectiva entre los ciudadanos.
La comunicación tiene que ser asertiva
En la mayoría de los escenarios de debate fue evidente como no había plena claridad frente a algunas decisiones que contemplaba la propuesta de modificación presentada, porque la información no fue lo suficientemente clara ni divulgada con asertividad, de manera que se crearon demasiados mitos y desinformaciones que contribuyeron negativamente a crear un ambiente marcado por el conflicto y la controversia.
Frente a decisiones de esta naturaleza, es indispensable que el gobierno se vuelque a los medios de comunicación de manera que pueda combatir las desinformaciones y permita que su idea de ciudad llegue efectivamente a la ciudadanía.
Finalmente, es claro que para la ciudad, su gobierno y sus ciudadanos, discusiones como esta deben dejar un saldo pedagógico que fortalezca la capacidad institucional y consolide una cultura de la planificación que se ajuste los grandes propósitos de ciudad.
Sebastián Castañeda
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