Por: Diego Laserna @DgLaserna
No soy médico ni entiendo mucho de anatomía pero hasta donde sé, el apéndice es un rincón del cuerpo que no sirve para nada y del que uno sólo se entera cuando se llena de porquerías y lo enferma.
Bueno, pues a grandes rasgos el Fondo de Vigilancia y Seguridad de Bogotá es así. Ubicado en unas oficinas oscuras del centro de Bogotá, el Fondo es desconocido por los ciudadanos y demasiado aburrido para los medios. Sólo nos enteramos de él cuando un caso de corrupción lo saca del anonimato. Lo grave es que a diferencia del apéndice humano, el FVS entra en crisis frecuentemente. De hecho, sólo la semana pasada tuvo cuatro: los presuntos vínculos de la familia del concejal Palacios con la contratación, los biciclos que nadie quiere, las cámaras que no sirven y las motos eléctricas que sí pero no.
Para los que no sepan, la principal función del Fondo es contratar bienes y servicios para fortalecer la seguridad en Bogotá. Dentro de su responsabilidad cabe desde construir CAIs hasta contratar a los operarios del 123 pasando por garantizar la adecuada reproducción de los caballos de la Policía y comprar medias y cobijas para el Ejército. Para esta nada fácil tarea el FVS tiene una chequera de más o menos 250 mil millones de pesos al año.
El problema comienza en que el Fondo no tiene una política de seguridad que guíe su contratación (ésta se supone que la desarrolla la Secretaría de Gobierno, que tampoco lo ha hecho) sino que se debe limitar a contratar lo que le piden. Así todos los años, la Policía manda una lista de cosas que necesita -que puede incluir robots antiexplosivos, helicópteros o prácticamente cualquier cosa- y el Fondo no tiene ni criterios ni personal para evaluar si lo que solicita la Policía es adecuado.
Pero además el Fondo, contratando una amalgama de cosas tan amplia acaba en unos enredos administrativos enormes, con consecuencias nefastas para las mismas entidades que debería estar ayudando. El mejor ejemplo de esto sin duda, es el reciente caso de las motos de la Policía que se quedaron sin gasolina porque el Fondo no renovó el contrato a tiempo.
En el corazón de este asunto está la forma en que se piensa la seguridad en Bogotá. ¿Es la Policía la única responsable de definir cómo se garantiza la seguridad de los ciudadanos o tiene la Alcaldía un papel para jugar? Si la Policía es la única responsable, lo ideal sería trasladarle los recursos del FVS completos y que por lo menos ellos se responsabilicen por la contratación. Pero si la Alcaldía tiene un papel que jugar en la seguridad en Bogotá es hora de que se lo tome en serio, diseñe una política para hacerlo y en lugar de preguntarle a la Policía qué quiere este año, dialogue con ellos para ver qué van a hacer en conjunto y en ese orden de ideas qué se necesita comprar.
Mientras esta pregunta no se resuelva y el Fondo de Vigilancia siga siendo una chequera acéfala va a seguir siendo un nido de corrupción e incompetencia, independiente de las posibles buenas intenciones del gerente o alcalde de turno. Es hora de que el Alcalde presente una vez más el proyecto para crear la Secretaría de Seguridad, que ésta vez lo presente bien y ésta secretaría y no el FVS, se encargue de la contratación del sector y de diseñar la política que la va a guiar.
Si a uno le sacan el apéndice la primera vez que se enferma ¿cuántos escándalos tenemos que esperar para transformar el Fondo de Vigilancia y Seguridad?
Publicado en El Espectador
Lastimosamente, hay ruedas sueltas en las administraciones, esta es una de ellas, y lo ideal es que se tomen las medidas necesarias para acabar con ese foco de corrupción sabrá Dios, si lo que se dice comprar, realmente se compra y pone en el lugar que corresponda , o solo se compra y no se pone en el lugar que le corresponde, o si solo se hace el contrato. Me gusto el articulo.